Tanto Tanto Ruido
Entraron juntos a un bar. Uno cualquiera de los que hay en Buenos Aires. El, que ya venía con una copita de vino para relajarse, tenía el discurso preparado. Como en cualquier bar la gente hablaba a los gritos para no escucharse, mezclándose con el televisor de fondo. Se sentaron junto a la ventana y pidieron dos cortados. Tenía que ser rápido, pensó, y soltó un ¿Cómo estás?. ¿Qué?, contestó ella, girando levemente la cabeza para apuntar con el oído derecho. Nada. Y siguió, quería decirte que no te quiero más, como novia. La sonrisa de ella creció, ¡que bueno!, a mi me pasa lo mismo; él desconfió pero igual, y que consideremos no estar más juntos, en serio. Totalmente de acuerdo, le respondió, ya con las mejillas rozagantes. ¿Vos que pensás?, lo que vos digas mi amor, sentenció ella. Todo fue muy fácil, y muy extraño; se despidieron a la salida, él aliviado, ella volátil como el amor. Una semana después cortaron la relación amargamente, bélicamente, desdeñosamente, y acumulando toda la energía de su ira ella le estampó una cachetada de resentimiento. Él no entendía nada, para él todo estaba terminado una semana antes y sin embargo...
Con tres dedos todavía marcados y sumido en la reflexión de aquel día, recuerdo que me dijo: tendría que haberselo dicho en una plaza, no en un bar de Buenos Aires.
1 Comments:
¡Qué bueno! pero qué bueno!
Cuántas veces en la vida no escuchamos al otro, con o sin ruido.
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