La Lucha
Casi no dormía. Su meta se había convertido en una obsesión por transformar la realidad, nuestra realidad, decía. Cuando hubo subido el primer escalón se dio cuenta que para él no era tan complicado, que tenía mucha energía y carisma, y que donde otros fallaran él podía llegar. Primero fue en el grupo barrial, luego en la facultad, después vino la afiliación y el trabajo incansable; sin detenerse, sin parar, noche tras noche, sin fines de semana, ni vacaciones porque la realidad no da tregua y ¡hay que pelear hasta el final!, gritaba enardecido, enardecido con su propia voz, porque si nosotros, los que tendremos que dirigir el país paramos, ¡entonces el país mismo se para! y golpeaba la mesa, y regresaba a su cuarto donde un torrente de ideas lo asaltaban, y las escribía a todas, en carpetas verdes, azules y amarillas, no había horas, minutos o segundos donde su cabeza no revolviera opciones, opiniones, lecturas de los más grandes filosósofos, sociólogos y estadístas; no había tiempo que perder, y ahora las elecciones se acercan y yo figuro ahí vieja, le decía a la fotito, y voy a representar al pueblo y a la gente que me necesita, entendés, y sus ojeras crecían y sus carpetas se multiplicaban, y llegaron los comicios, y ganó; viste viejita gané, viste que podía ganar, yo sabía, y corrió a comprarse trajes, camisas, corbatas, unos gemelos de oro con sus inciales, zapatos carísimos y un sobretodo y se presentó en su primer día en el congreso, casi con lágrimas de tanto cansancio, de tanta lucha, y vio su banca y arrojó sobre ella los papeles y se sentó. Y descansó.
1 Comments:
Este texto me pareció excelente. Resume nuestra realidad (¿o la de todo el mundo?)
Lo felicito, Juan.
Una pregunta: ¿POr qué no hay entradas más recientes? Quizás está muy ocupado para entretenerse en estas cosas de entretejer naderías, como dijo Borges.
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